martes, 28 de febrero de 2012

Disfruto la calma de las mañanas en tu cama. Este domingo que sabe a fresas aun sin haber desayunado. Entiendo de repente de qué hablan las líneas de luz que la persiana proyecta sobre la piel que me alimenta. Huele a sol y al frio que se quiere escapar. Y yo lo atrapo con los brazos para luego tenderme mi propia trampa entre los tuyos. Una trampa que es cálida y deliciosa, como de miel caliente. Puedo rezarle a dioses que no conozco y esta mañana no nos será menos efímera. Tú sin embargo permaneces.