
Los enfados eran solo una excusa para la reconciliación, que siempre tenía lugar en la cama. Era donde mejor se entendían así que estaban deseando pelear para poder acabar entre las sábanas. Nunca han sabido muy bien que son, ¿amigos? ¿amantes? ¿todo a la vez? El principio siempre era una bofetada, el final... El final eran caricias infinitas entre gemidos ahogados. Bebían el uno del otro porque tenían sed, muchisima sed de otra piel rozando la suya. Ella acaba a veces riendose a carcajadas sentada con las piernas abiertas sobre él. Otras veces acaba llorando abrazada a él con brazos y piernas, como si quisieran fusionarse. Pero ambos saben que no tienen futuro cuando abren la nevera. No hay futuro en pisos con las neveras vacías.