miércoles, 27 de octubre de 2010

Desde que nos estamos dejando


Desde que nos estamos dejando solo veo una cosa mire donde mire: parejas. Lo sé, lo sé…Es un tópico. Un topicazo de hecho. Como eso de estar en el sofá comiendo litros de helado de chocolate porque ya no me quieres, y si sigo así me pondré tan gorda que no me querrá nadie, bla bla bla. Ya sabes, demasiadas películas hollywoodienses en mi estantería. Es en esas tardes de viernes cuando me digo: sal, ponte guapa, coge un bus y vete a tomar un café al centro, o al cine, yo que sé. Y lo hago, saco fuerzas del cajón de los calcetines y me pongo esos vaqueros que me quedan tan bien con esos botines que tanto te gustaban. Pero ocurre que me monto en el autobús y a las dos paradas siguientes sube una pareja de adolescentes que se besan y se abrazan como si no hubiera mañana y me dan envida. Mira que yo nunca he sido de muestras de amor en público pero ya ves, es el cuento del niño y la pelota. Veinte minutos después me bajo del bus, subo por Gran Vía sintiéndome la reina del mundo hasta que llego al edificio telefónica donde he quedado con Paula y puedo disfrutar durante los 15 minutos que lleva de retraso de otras cuatro parejas más que se encuentran después de una semana sin verse, aunque parece que haya habido una guerra desde que no se ven. Si es que a quién se le ocurre quedar aquí, punto de encuentro de medio Madrid. Así no hay quien huya de los recuerdos. Yo no sé si a ti te pasa lo mismo. Quiero pensar que sí, que me echas de menos tanto como yo a ti, y que también te preguntas qué hemos hecho mal al ver la de amor que hay inundando las calles y lo poco que nos ha durado a nosotros. ¿Me ayudas a echar las manecillas del reloj atrás y a empezar de cero? Escribamos otra vez el principio, sé que esta vez puede salirnos bien. Vamos…

jueves, 21 de octubre de 2010

Cuéntame

Háblame de tu tierra, de tu mar y de esas casitas blancas que acarician la arena y cuyas azoteas se cuentan secretos unas a otras. Quiero respirar el olor a salitre, respirarte, que me respires, respirarnos. Comernos a besos metidas en el agua. Háblame de cómo suena una guitarra en la costa catalana, y no me digas que suena igual que aquí, porque no me lo creo. Cuéntame si has escrito mi nombre en la arena alguna vez, si luego lo has borrado con el pie como queriendo borrarme a mi también de tu cabeza. Y dime, mi niña, si esta noche vas a dejar la ventana abierta para que me cuele cuando llegue y poder dormir a tu lado, con nuestras pieles mezclándose.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Éramos tan distintos que no se ponían de acuerdo ni nuestros relojes.

domingo, 10 de octubre de 2010

Peces


El otro día pasé por delante de una tienda de animales. Por el rabillo del ojo comprobé mi reflejo en el cristal. Ya sabes que me gusta saber si estoy bien peinada así como cada 5 minutos, es uno de mis defectos. El caso es que mi operación "flequillo en su sitio" no pudo llevarse a cabo porque dos pececillos captaron mi atención. Estaban ahí, tan solitos, cada uno en una pecera. Se miraban con amor, sintiéndose cerca aunque les separaba una barrera infranqueable. En su caso de cristal.  Tuve que entrar a comprarlos. No podía dejar que siguieran queriéndose en la distancia. La verdad, entré a comprarlos más que nada porque me recordaron a nosotros dos. Porque ¿sabes? Si eso que llaman destino no quiere hacernos el favor de colocarnos en la misma pecera, yo no voy a ser tan cruel con ellos dos. Ahora nadan juguetones entrelazando sus pequeñas aletas dentro de esa bola de cristal. Les pongo “Wish you were here” en mi Spotify para que sepan que hay canciones que hablan de su historia, como las hay que hablan de la nuestra. Y me dan envidia. Múdate a mi pecera, salta valiente. No dejaré que caigas fuera y te ahogues.

domingo, 3 de octubre de 2010

Comprar el periódico los domingos


Llegar a las 04:00am a casa con los tacones en la mano, comprar el periódico los domingos. Tomarte el café destemplado y sin azúcar, comerte una tostada fría y reseca, solo con mantequilla. Encender la tele porque parece que te hace compañía, parece. Mirar la pantalla como hipnotizada pero no ver nada, y hacer zapping, a ver si echan una película triste y tienes una excusa para llorar. Comer tarde, mal y nunca. Cada día estás más delgada. Fingir que te interesa lo que te cuenta un compañero en la oficina el lunes por la mañana. Follar con un desconocido que te ha mirado en el metro y te ha sonreído. En fin, hacer todas esas cosas que te prometiste que no harías para olvidarle pero que de todas formas has acabado haciendo. Y evidentemente, querida, esperas que vuelva con las maletas un día de estos. Un día de estos…